viernes, 13 de junio de 2008

Limpieza de primavera

(Escrito el 13 de junio de 2008)

Antes o después, llega un día en el que hay que recoger la mesa de trabajo. Van a hacer limpieza general, o marcho de vacaciones; viene un compañero nuevo o una visita especial; o, simplemente, el desorden ha ido degenerando: busco algo y no lo encuentro, me harto, y decido que esto no puede seguir así. ¡Aaagh! No puedo conmigo misma; ¿cómo podrán aguantarme los demás?

Mi madre dice que es mejor “mantener el orden día a día”, pero qué le vamos a hacer, va en contra de mi naturaleza y mis prisas. En cualquier caso, el rato que paso ordenando papeles tiene también su gustillo. Aparecen cosas antiguas, emergen recuerdos, viejas planificaciones e ideas, documentación útil que daba por perdida, y muchas otras buenas sensaciones. Lo malo también aparece, pero siempre se puede volver a guardar en un cajón, o tirarlo a la papelera, rasgándolo placenteramente en mil pedazos…

Una vez ordenado “lo gordo” (libros, cuadernos, folios y cualquier cosa de tamaño igual o mayor que una cuartilla), llega el turno a las notas. Las notas son “todo lo demás”: post-it, tarjetas de cartulina reutilizadas, trocitos de papel, tickets escritos por el reverso, etc. Cualquier papelito es bueno para anotar un número de teléfono, una web interesante, una tarea pendiente, una idea para investigar y ampliar en el futuro, el comienzo de un post para mi blog o una oración.

Algunos están pegados a la estantería de mi escritorio (por ser autoadhesivos o con un trocito de celo), otros se esconden bajo el teclado o entre los papeles grandes, y el resto se apilan en el margen superior izquierda del escritorio, a salvo de ventoleras, golpes de ratón o cables que los arrastren a la perdición.

Las notas no contienen todo, son sólo eso: notas, pistas o instrucciones rápidas, los hilos por los que se llega a algo importante en el ovillo de mi memoria. Probablemente resulten incomprensibles para los demás, a veces incluso para mí. Hay que pararse delante de cada trocito de papel y pensar: “Para leer – xen”. ¿Qué era xen? Debe de ser algo interesante, si no, no lo habría apuntado. Voy a Google: xen. Ah, sí… un sistema de virtualización, esto está pendiente de estudiar. Saco un folio titulado “Cosas Pendientes” y apunto: “Para leer – documentarse: xen (virtualización)”. Ya puedo tirar la nota.

Una vez revisados todos los papelillos, algunos han pasado a mejor vida, pero otros no. Por importantes o por urgentes, los vuelvo a pegar con celo en la pared de la estantería. La mayoría de los que son “para leer” ni siquiera pasan al folio de “Cosas Pendientes”, sino que los vuelvo a apilar en la esquina “segura” antes mencionada. Si hay tiempo, cojo alguno que referencie alguna web o procedimiento que resultó útil y redacto un informe o “guia-burros” para la comunidad. O retomo ese inicio de post para mi blog y lo echo al bolso, para terminarlo en el metro de vuelta a casa.

Por último, recopilo más tarjetas, papelillos o post-it en blanco para reutilizar. El orden de mi mesa durará poco, pues necesitaré escribir más notas, ir dejando pistas y señales para mí misma, y, como Garbancito o Ariadna, volver más adelante, cuando haya tiempo, a leer con detenimiento, profundizar, estudiar o escribir, antes de que la memoria falle por completo y la nota escrita ya no sirva para nada.

miércoles, 11 de junio de 2008

Volver

El avión llegó puntualmente a Madrid, y recogí mis maletas enseguida. Pasé rápidamente esa zona donde sólo hay caras de ilusión y abrazos de encuentro.
Camino al metro ya giraba la cabeza constantemente, pues se me hacía raro oír hablar en mi idioma.
Al llegar a Atocha, la realidad volvía a ser multicultural, pero de otro tipo.
Entendía todos los letreros, pero me sentía extranjera, después de tanto tiempo...
Un embarque más: el AVE. Botella de agua y una cabezadita. Al despertar, hileras de olivos coloreaban el cristal del vagón. Ahora sí. Había llegado a casa.


(Escrito el 2 de mayo de 2008)

Foto: "Mar de olivos", tomada de http://www.flickr.com/photos/sjaces/67621764/

martes, 18 de marzo de 2008

Videoconsolas, backgammon y parchís

(Escrito en Enero de 2008, en plena fiebre de compras para Reyes)

¿Qué incidencia que habrá tenido la Wii o Nintendo DS este último año en Turquía?. En España han arrasado en ventas. Casi todos los días veo a alguien en el transporte público con su miniconsola, y las quedadas para una partidita son habituales entre las pandillas de amigos de mis hermanas.

Yo no tengo ninguna de las dos. Sin embargo lo que añoro es pasear por el barrio de Kizilay en Ankara y observar todas esas pequeñas teterías en cuyas terrazas de mesitas bajas y taburetes, los jóvenes se apiñan cualquier sábado por la tarde, incluso en invierno, sentados tomando té y jugando a tavla (backgammon).

Me aprendí las reglas, pero practiqué poco porque Isa nunca quería jugar conmigo, ganarme era demasiado fácil. Pero llegué a saber lo suficiente para poder retar (y ganar) a otro español (jamás a un turco). Ellos se enfadan si cuentas las casillas al mover ficha, pues deberías saberte de memoria ya todos los movimientos posibles. Incluso nuestra forma de tirar los dados les ofende. Ellos no hacen un cubilete de sus manos y lanzan así como así. Preparan los dados cogiéndolos ambos juntitos con tres dedos, colocan la tirada deseada, y los miran, como dándoles órdenes: du sesh, hadi oglum!. Luego los lanzan con un golpe de muñeca como quien lanza un trompo y los dados rebotan en el tablero y dan vueltas... pero mágicamente, o quizá por malas artes, a menudo les obedecen. Entonces una aureola de poder, como un Dios que domina el azar, cubre al jugador, mientras el otro empieza a sospechar que hace trampas con los dados, y no dice nada, pero se propone en secreto hacerlas mejor que él.

El juego es francamente divertido y observar a dos buenos rivales en batalla no tiene precio. Tiran los dados y mueven las fichas, y tú apenas has visto qué números han salido, todo es muy rápido y alegre. Pequeñas estrategias se preparan suavemente, y se culminan con sonoros golpetazos, sonrisas de satisfacción y comentarios burlescos cuando el contrincante queda atrapado sin poder mover.

Nunca vi en España algo igual. Quizás con el dominó o el mus, pero es otra magia. Lo más parecido en mi vida son los recuerdos que tengo de las partidas de parchís en familia, junto al brasero, cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas. También nosotras teníamos una técnica especial para que saliese el cinco deseado: con los dedos índice y corazón se tapaba el cubilete de plástico, y se daban tres golpes secos contra el tablero; luego se volcaba el cubilete destapado y voilá. En este juego sin embargo, el placer no estaba en mover contando mentalmente las posiciones, sino cuando tras comer una ficha del contrincante, ibas contando una por una las veinte casillas, regodeándote en el triunfo, sin prisa, pero avanzando implacablemente más allá de donde los rivales pudieran hacerte daño.

No sé si las videoconsolas de hoy en día ofrecen este tipo de placer. Probablemente sí, al fin y al cabo, la diversión casi no depende del juego o de la forma de jugar, sino del espíritu competitivo y el buen rollito entre jugadores. Sin embargo, parece que estamos tendiendo a juegos donde la interactividad es fundamentalmente con la máquina. Esto estimula muy bien el afán de perfeccionamiento técnico pero a veces me pregunto si aprendemos realmente a ganar o perder, sin herir al otro o sentirse humillado, y si conservamos aún el "gustillo por jugar" o se ha convertido todo en una mera adicción que ni aporta nada nuevo ni revitaliza lo bueno viejo.

(Foto tomada de http://www.flickr.com/photos/shewwal/2083878162/ )