martes, 18 de marzo de 2008

Videoconsolas, backgammon y parchís

(Escrito en Enero de 2008, en plena fiebre de compras para Reyes)

¿Qué incidencia que habrá tenido la Wii o Nintendo DS este último año en Turquía?. En España han arrasado en ventas. Casi todos los días veo a alguien en el transporte público con su miniconsola, y las quedadas para una partidita son habituales entre las pandillas de amigos de mis hermanas.

Yo no tengo ninguna de las dos. Sin embargo lo que añoro es pasear por el barrio de Kizilay en Ankara y observar todas esas pequeñas teterías en cuyas terrazas de mesitas bajas y taburetes, los jóvenes se apiñan cualquier sábado por la tarde, incluso en invierno, sentados tomando té y jugando a tavla (backgammon).

Me aprendí las reglas, pero practiqué poco porque Isa nunca quería jugar conmigo, ganarme era demasiado fácil. Pero llegué a saber lo suficiente para poder retar (y ganar) a otro español (jamás a un turco). Ellos se enfadan si cuentas las casillas al mover ficha, pues deberías saberte de memoria ya todos los movimientos posibles. Incluso nuestra forma de tirar los dados les ofende. Ellos no hacen un cubilete de sus manos y lanzan así como así. Preparan los dados cogiéndolos ambos juntitos con tres dedos, colocan la tirada deseada, y los miran, como dándoles órdenes: du sesh, hadi oglum!. Luego los lanzan con un golpe de muñeca como quien lanza un trompo y los dados rebotan en el tablero y dan vueltas... pero mágicamente, o quizá por malas artes, a menudo les obedecen. Entonces una aureola de poder, como un Dios que domina el azar, cubre al jugador, mientras el otro empieza a sospechar que hace trampas con los dados, y no dice nada, pero se propone en secreto hacerlas mejor que él.

El juego es francamente divertido y observar a dos buenos rivales en batalla no tiene precio. Tiran los dados y mueven las fichas, y tú apenas has visto qué números han salido, todo es muy rápido y alegre. Pequeñas estrategias se preparan suavemente, y se culminan con sonoros golpetazos, sonrisas de satisfacción y comentarios burlescos cuando el contrincante queda atrapado sin poder mover.

Nunca vi en España algo igual. Quizás con el dominó o el mus, pero es otra magia. Lo más parecido en mi vida son los recuerdos que tengo de las partidas de parchís en familia, junto al brasero, cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas. También nosotras teníamos una técnica especial para que saliese el cinco deseado: con los dedos índice y corazón se tapaba el cubilete de plástico, y se daban tres golpes secos contra el tablero; luego se volcaba el cubilete destapado y voilá. En este juego sin embargo, el placer no estaba en mover contando mentalmente las posiciones, sino cuando tras comer una ficha del contrincante, ibas contando una por una las veinte casillas, regodeándote en el triunfo, sin prisa, pero avanzando implacablemente más allá de donde los rivales pudieran hacerte daño.

No sé si las videoconsolas de hoy en día ofrecen este tipo de placer. Probablemente sí, al fin y al cabo, la diversión casi no depende del juego o de la forma de jugar, sino del espíritu competitivo y el buen rollito entre jugadores. Sin embargo, parece que estamos tendiendo a juegos donde la interactividad es fundamentalmente con la máquina. Esto estimula muy bien el afán de perfeccionamiento técnico pero a veces me pregunto si aprendemos realmente a ganar o perder, sin herir al otro o sentirse humillado, y si conservamos aún el "gustillo por jugar" o se ha convertido todo en una mera adicción que ni aporta nada nuevo ni revitaliza lo bueno viejo.

(Foto tomada de http://www.flickr.com/photos/shewwal/2083878162/ )

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