Camino al metro ya giraba la cabeza constantemente, pues se me hacía raro oír hablar en mi idioma.
Al llegar a Atocha, la realidad volvía a ser multicultural, pero de otro tipo.
Entendía todos los letreros, pero me sentía extranjera, después de tanto tiempo...
Un embarque más: el AVE. Botella de agua y una cabezadita. Al despertar, hileras de olivos coloreaban el cristal del vagón. Ahora sí. Había llegado a casa.
(Escrito el 2 de mayo de 2008)

2 comentarios:
Publicar un comentario